Autor: Wilmer Tellez Acosta
05/09/2025 66 visualizaciones
El periodista y escritor argentino Andrés Oppenheimer publicó en el 2018, ya hace más de 7 años, un libro que invita a la reflexión formativa-laboral en los años venideros. La temática central gira alrededor de la acelerada tecnologización de procesos laborales y cómo este fenómeno está cambiado el mundo. Lo interesante del libro es que, desde su experiencia visitando varios países y entrevistando decenas de expertos, el autor delinea retos para el mercado laboral y, por supuesto, deja entrever tendencias para Latinoamérica y sus instituciones educativas.
El libro parte de un estudio publicado por la Universidad de Oxford en donde se pronostica que el 47% de los empleos corren riesgos de ser reemplazados por robots y computadoras con Inteligencia Artificial (en adelante IA) en Estados Unidos. Pero este fenómeno no es nuevo, pues desde la Revolución Industrial (siglo XIII), la invención de la electricidad (Siglo XIX) y la computadora (Siglo XX), ya se había vivido procesos de sustitución de empleos. El punto a destacar, y que sí es nuevo, es el acelerado ritmo (siglo (XXI) con que los procesos tecnológicos han cambiado la demanda laboral y los cambios en las estructuras económicas.
Tres ejemplos son ilustrativos para contextualizar el problema. El caso Kodak, que de 140.000 empleados terminó en bancarrota en el 2012 por Instagram (con tan solo 13 empleados). Blockbuster, empresa dedicada al alquiler de películas que llegó a tener una plantilla de 60.000 empleados, yéndose a la quiebra al no poder competir con Netflix (con 30 empleados en sus inicios). Finalmente, está el caso General Motor, gigante del sector automotriz que pasó de 618.000 empleados a 202.000 ante la entrada al mercado de Tesla y Google (con 30.000 y 55.000 empleados respectivamente).
Dos lecturas hacen los grandes líderes de la tecnología y de las industrias: 1) el desempleo causado por las tecnologías (desempleo tecnológico) podría convertirse en el gran conflicto mundial del siglo XXI; 2) Estas automatizaciones están aumentando la productividad (disminuyendo los costos finales) y creando nuevos trabajos (explicación muy romántica en opinión del autor). Lo que sí parece una certeza, y con historia detrás de ella, es que, si bien muchas empresas y empleos se acabarán, habrán otras que renacerán, y esto coloca como telón de fondo a una institución protagónica: las casas formativas.
La lógica es la siguiente: si el mercado quiere ser más productivo y masificar sus productos (producir más a costos accesibles) tendrá que tecnologizar los procesos y ser más efectivos, y para ello, debe contar con un recurso humano capacitado. Hay dos opciones: 1) los capacitan las propias empresas (que de seguro lo harán para ciertos puestos estratégicos) o, 2) demandarán universidades y centros educativos que puedan ajustar rápidamente sus programas formativos según la demanda del mercado laboral.
Reflexión final. No estamos en la otrora época de reajuste paulatino del capital humano ante los cambios industriales, esta vez es diferente. Las exigencias de adaptación serán claves para la estabilidad individual (teoría evolutiva de Darwin: no es el más fuerte quien sobrevive sino aquella especie que se adapte más rápido). Por lo tanto, así como los programas universitarios deben apuntar a la tecnologización de sus funciones técnicas (de producción, creación y/o análisis) también habrá una demanda formativa básica que puede ser capitalizable por las IES. Ejemplo, enseñar a contadores a usar programas automáticos de balances, enseñar a emprendedores a sistematizar funciones sin una línea de programación con IA y, no muy lejos, a los taxistas a administrar vehículos que se manejen solos.
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