Autor: Randolph Morillo
03/09/2025 101 visualizaciones
La gestión correcta de sistemas de evaluación en las instituciones de educación superior a distancia constituyen una base fundamental para asegurar la calidad académica que resulte en la formación integral de profesionales capaces de afrontar los desafíos de la sociedad apegados a la ética. Estos modelos de evaluación pueden estar enfocados en: Programas académicos, cursos o procesos institucionales que abarquen la totalidad de la gestión de la institución educativa. El uso de cada modelo depende del contexto y las necesidades.
Por mencionar un fenómeno que hace necesario evaluar la calidad en la educación a distancia y que se convierte en un reto permanente podría ser la sensación de soledad de los alumnos, por tanto se deben asegurar muchos aspectos para evitar esa situación, uno es el entorno virtual de aprendizaje (EVA), este debe ser lo suficientemente autosuficiente, amigable y efectivo, y que al mismo tiempo se complemente con la asistencia institucional o relación eficiente docente-alumno. Todo lo citado se puede lograr mediante el control sistemático de muchísimas variables que influyen en los resultados del proceso educativo, como recursos procesos académicos y administrativos, entre otros.
Los modelos de evaluación bien administrados suministran información valiosa para tomar decisiones y mejorar permanentemente la calidad. Todo esto resulta muy atractivo, pero la selección y aplicación de un modelo de evaluación no es tarea fácil. Primero se necesita que todos estén convencidos de las potencialidades de un proceso de evaluación correcto y pertinente, también se requiere un equipo de personas bien formados y capaces de asumir el proceso con determinación, recursos y una comunidad educativa bien informada y sensibilizada del proceso de modo que se asegure su participación entusiasta.
A pesar que todos los modelos persiguen un mismo fin “El aseguramiento de la calidad” cada uno enfoca sus acciones desde varias perspectivas, para aclarar un poco más mencionaré algunos: El modelo de autoevaluación CNA de Colombia cuyo fin es acreditar programas a distancia y virtuales de pregrado, el CALED con la guía de autoevaluación para programas de pregrado a distancia, la metodología general de la CIEES para la evaluación de programas educativos abiertos y a distancia y el modelo de acreditación oficial de carreras de grado del sistema nacional de acreditación de la educación superior (SINAES) para la modalidad a distancia. Estos modelos en su variedad convergen todos en asegurar una oferta educativa de calidad, cada uno desde la perspectiva desde donde fueron creados.
De La Orden, 1991: 304, plantó “La evaluación de los programas de educación a distancia se inserta en el contexto de la investigación evaluativa, entendida como aquel conjunto de procesos sistemáticos de recogida y análisis de información fiable y válida para tomar decisiones sobre un programa educativo”. Me gusta esta conceptualización de evaluación de programas a distancia, y podría agregar que el tema investigativo podría destinarse a investigaciones de carácter social, político y cultural que beneficie a la sociedad en un sentido amplio.
En definitiva, asegurar la calidad en la educación a distancia es una tarea colectiva que exige el compromiso de todos los actores implicados en el proceso educativo. Tal como lo plantea el enfoque de calidad total, cada miembro de la comunidad, desde la gestión directiva, el cuerpo docente, el personal administrativo, académico y de apoyo, hasta los propios estudiantes, asumen un rol protagónico para garantizar que la experiencia formativa se traduzca en resultados significativos.
Finalmente, los modelos de evaluación disponibles, aunque diversos en su enfoque y alcance, convergen en un propósito común: garantizar una oferta educativa de calidad. Su selección y aplicación deben responder al contexto, a las necesidades institucionales y a la visión estratégica de cada universidad. La evaluación, en este sentido, no debe entenderse solo como un requisito externo, sino como una práctica de mejora continua que, además de fortalecer a la institución, aporta a la autorregulación, transparencia, prestigio, investigación y al desarrollo social y cultural en un sentido más amplio.
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