En el sistema educativo de un país se establecen orientaciones generales que guían la formación de los ciudadanos en correspondencia con las necesidades, intereses y proyección del país.  Ese instrumento formal de política educativa se denomina currículo y se pone en marcha a partir de un marco normativo, filosófico, metodológico y contextual. Es un proyecto social que refleja los valores y las aspiraciones de una sociedad en un momento histórico determinado.

En paralelo al currículo formal o explícito, se desarrolla el currículo oculto, el cual no cumple con un marco normativo para escurrirse entre el sistema educativo y dejar su estela formativa en los estudiantes. Este currículo se presenta a través de valores, creencias y normas que influyen de manera determinante en la construcción de la identidad profesional y ética del estudiante. 

Derivado de lo anterior, se puede inferir que el currículo oculto reviste de gran importancia, ya que despliega una mixtura de posibilidades a través de las interacciones cotidianas con los estudiantes, docentes y el entorno institucional. La comunicación, las formas de comportarse, el reconocimiento de jerarquías no establecidas en las normativas, la consideración hacia los demás y la empatía pueden ser ejes fundamentales que se desvelan a través del currículo oculto.

Como docente universitario, he apreciado comportamientos de mis estudiantes que me generan agrado y admiración porque recogen manifestaciones del currículo oculto. Por ejemplo, ver a un caballero cederle su asiento a una dama, la solidaridad de un grupo para apoyar a un compañero ante una situación difícil o el gesto de un grupo de estudiantes al regalarme una tarjeta de cumpleaños. ¿Cómo identifico que estamos frente al currículo oculto? Porque esos aspectos no forman parte de manera expresa de los planes de estudios en la universidad. No están obligados a realizar esas acciones. Las realizan de manera espontánea.

Algunas de las maneras en la que se podría utilizar el currículo oculto en la práctica docente:

1. Recuperar experiencias de los estudiantes que reflejen valores familiares y reconocer su pertinencia.

2. Generar espacio de diálogos abiertos, a manera de pausas activas, en la que los estudiantes puedan exteriorizar inquietudes, más allá del programa curricular.

3. Mediar ante situaciones de conflicto o actuar de manera preventiva ante una situación que pueda comprometer el avance académico de algunos de mis estudiantes.

4.  Motivar a mis estudiantes para que hagan alguna actividad solidaria siempre que sea posible. 

A manera de alerta, es importante considerar que el currículo oculto también puede traer efectos negativos. Se debe atender a las actitudes de superioridad de algunos estudiantes, generando tratos desdeñosos hacia compañeros con situación económica diferente. Otro caso es la asignación de roles en actividades académicas donde las mujeres siempre son encargadas de tareas organizativas y los hombres de liderazgo.

En conclusión, el currículo oculto, aunque carece de visibilidad formal y normativa en los documentos institucionales, es una realidad en el desarrollo formativo de los estudiantes. Representa una oportunidad para recuperar aspectos importantes que no forman parte de los programas de clase.