Autor: Pedro Emilio Ventura Sosa
02/10/2025 36 visualizaciones
El proceso educativo sería nulo si no existiera alguna manera para que los miembros del acto didáctico intercambiar sus impresiones respecto a los tópicos que se desarrollan en dicho proceso.
La comunicación debe estar presente en cualquiera de sus manifestaciones: oral, escrita, gestual, simbólica. Cualquier manera puede enriquecer los procesos de enseñanza y de aprendizaje, todo va a depender de la manera como se gestione. Para que la comunicación sea efectiva debe predominar un acuerdo entre los actores del proceso educativo respecto a la manera como se darán esa actividad. De ahí que, el facilitador puede valerse de ilustraciones y sin hacer uso de la palabra oral lograría un mensaje con sus participantes.
La retroalimentación debe estar presente en todo proceso comunicativo, así los miembros de ese proceso puedan corroborar que el mensaje ha llegado. Existen diversas herramientas para hacer de la comunicación un proceso efectivo, motivador y enriquecedor para los procesos de enseñanza y aprendizaje. Debemos disminuir las barreras que interfieren en el proceso comunicativo en la educación. Esto evita que se produzcan, distorsiones que atenten contra las intenciones pedagógicas.
Veamos este caso:
En una mañana de agosto, el reloj indicaba que era oportuno acudir al salón de clase. El nerviosismo se reflejaba en los comentarios al azar que nublaban el espacio como una pizarra embadurnada de garabatos infantiles.
La voz del facilitador se escuchó desde el umbral de la puerta, interrumpió con un efusivo saludo. La calma apareció. Se procedió al pase de lista.
-Hoy tenemos un tema interesante. Fueron las palabras del docente, dirigiéndose a un grupo que aun no se conectaba con el ambiente de clases. -El grupo número 5 expondrá el tema, como se había asignado el primer día de facilitaciones. Exhortó el maestro. El conjunto de participantes acató la orden del profe y puesto en pie se presentaron uno a otro como un recital desafinado.
Los ojos del facilitador se enaltecieron cuando comprobó que había una confusión respecto al tema que correspondía para ese día. Exclamó: -Ese no es el tema que debemos exponer hoy. Una señorita dijo: Ese fue el tema que usted nos asignó. El facilitador, fingiendo una sonrisa, buscó el programa de la asignatura y lo confrontó con la descripción de grupos que había anotado en su cuaderno amarillento y cuadriculado.
El maestro tomó la palabra para dilucidar la situación. -Hubo una confusión al copiar el tema, como ustedes recordarán (dirigiéndose al curso completo) el primer día hubo un grupo que estaba distraído digitando algo en un laptop y es precisamente ese el grupo que hoy trae un tema que no se corresponde.
El pavor de apoderó del grupo que aun permanecía de pie. Sin embargo, el facilitador permitió que expusieran el tema que habían preparado, ya que ese tópico también enriquecía la jornada. Posteriormente, pidió a la colectividad que evaluara la confusión. El incidente sirvió para reforzar la importancia de la comunicación y las barreras que interfieren en la decodificación del mensaje.
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