Autor: José Manuel Fernndez
29/09/2025 52 visualizaciones
En la República Dominicana, el desarrollo profesional docente representa un pilar estratégico para elevar la calidad del sistema educativo. Los maestros y maestras son agentes transformadores que inciden directamente en los aprendizajes de los estudiantes, especialmente en contextos donde persisten brechas sociales, tecnológicas y pedagógicas. Por esto, resulta imprescindible que el Estado y las instituciones educativas ofrezcan programas de formación inicial y continua que respondan a los desafíos actuales, como la integración de tecnologías, el enfoque por competencias y la atención a la diversidad. Esta formación no debe ser vista como un evento aislado, sino como un proceso permanente que fortalezca la identidad profesional del docente y su capacidad de adaptación crítica ante los cambios curriculares.
Para que estos programas sean efectivos, es necesario que se fundamenten en evidencias empíricas y en prácticas pedagógicas que hayan demostrado impacto positivo en el aprendizaje docente. En el país, iniciativas como el Instituto Nacional de Formación y Capacitación del Magisterio (INAFOCAM) han avanzado en este sentido, pero aún se requiere una mayor articulación entre la investigación educativa, las universidades formadoras y las escuelas. La formación debe ser situada, es decir, contextualizada a las realidades locales, y debe promover el intercambio entre pares, el análisis de casos reales y la reflexión sobre la práctica. Solo así se puede construir una cultura profesional basada en el aprendizaje colectivo y en la mejora continua.
Un buen programa de desarrollo profesional no solo transmite conocimientos teóricos, sino que propicia espacios para la experimentación, la retroalimentación y la creación de saberes cooperativos y colaborativos. En el contexto dominicano, donde muchos docentes enfrentan condiciones laborales complejas y limitaciones de recursos, es fundamental que la formación esté acompañada de apoyo institucional, mentorías y comunidades de práctica. Además, debe considerar que el objetivo último de todo proceso de cambio educativo es el mejoramiento de los aprendizajes de los estudiantes. Por tanto, los principios que guían el aprendizaje exitoso en el aula, como la motivación, la colaboración, la evaluación formativa y la metacognición, deben también orientar el aprendizaje profesional de los docentes.
Para fortalecer el desarrollo profesional docente se recomienda: consolidar políticas públicas que garanticen la formación continua como derecho y deber profesional; fomentar redes de aprendizaje entre docentes, tanto presenciales como virtuales, que promuevan el intercambio de experiencias y saberes; vincular la formación con proyectos escolares concretos, que permitan aplicar lo aprendido en contextos reales y evaluar sistemáticamente el impacto de los programas de desarrollo profesional en la práctica docente y en los resultados de aprendizaje de los estudiantes. Solo así se podrá avanzar hacia una educación más equitativa, pertinente y transformadora.
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