La rápida integración de la inteligencia artificial generativa (GenAI) en la educación superior ha reavivado un conocido pánico moral en torno a la deshonestidad académica. Aunque gran parte de la respuesta institucional inmediata se ha centrado en la detección y la aplicación de normas, esta reacción refleja un patrón familiar: se trata la deshonestidad académica como un fracaso moral individual en lugar de como un síntoma de problemas sistémicos más amplios. Los estudiantes, enfrentados a horarios sobrecargados, crecientes deudas y un énfasis implacable en las calificaciones